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CUANDO UN HIJO SE VA
Analiza el autor el fenómeno de la muerte desde diversos ángulos y perspectivas: desde la lucha paterna por sobreponerse; desde la ciencia y el concepto de la muerte cerebral que viabiliza los trasplantes de órganos; desde la visión filosófica y teológica; y, por último, desde las deslumbrantes imágenes y símbolos de los poetas.
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El autor se encuentra de bruces y a bocajarro con la muerte de Paquito en la agonía del dolor de sus padres, Paco y Tere. Después, sería con la de Luisma, en los relatos y las vivencias de Luis Manuel y Amalia. Desde el abismo de su vacío, los padres de ambos viven y narran el tiempo que arrastra ausencias de inconmensurable valor y significado; que sienten la llama que quema y no consume, el eco de un vacío, la tristeza del despojo, la dulzura ausente, el sentir "más tu muerte que mi vida".
Analiza el autor el fenómeno de la muerte desde diversos ángulos y perspectivas: desde la lucha paterna por sobreponerse; desde la ciencia y el concepto de la muerte cerebral que viabiliza los trasplantes de órganos; desde la visión filosófica y teológica; y, por último, desde las deslumbrantes imágenes y símbolos de los poetas.
Se busca, ya que la muerte hurta a la vida su melodía, recuperar en lo posible esa melodía perdida, llenar parte del vacío de la dulzura ausente, integrantes del proceso rehabilitador que pretende lograr un lugar dentro de uno, donde el hijo pueda descansar en paz como parte del recuerdo, y permita el retorno a la dinámica de la sociedad. La pena confiere a los seres humanos dignidad y también dotes de persuasión.
Las vidas que se aman no tienen olvido, no tienen ausencia, no tienen adiós. Vivir para recordarlos, para rescatarlos de la muerte. La persona realmente muere cuando se la olvida. Si te llevo conmigo, eres y estás ya siempre. Quiero morir un día soñando contigo.