Dios es una realidad personal, viva, presente. No es una doctrina, ni un ser distante. Es el que llama a cada uno por su nombre y lo ama como hijo suyo. No es un tratado de sublimidades, sino Aquel que ha descubierto su rostro ante nosotros. Todo es inspiración y gracia, moción del Espíritu que conduce siempre hacia la fuente del bien.
Para un Israelita no tener nombre es igual a no tener valor. Tu nombre recuerda el día de tu bautismo. Cuando pronuncias tu nombre con cariño, dices "sí" a ti mismo,
Una vez más invito a los lectores a saborear el noveno volumen de la colección de narraciones dedicadas, por el P. Joan Mª Vernet, a los personajes de la Sagrada Familia.