Jesús nos convoca a interceder unos por otros en la comunión de todos los cristianos. Numerosas veces él mismo ruega a su Padre por los hombres y mujeres, pidiendo así nuestro protección y manifestando el amor que tiene por todos nosotros. La Autora nos hace gustar esa ternura infinita que recibimos y el poder que tiene la oración para transformar la vida de nuestros hermanos. Deja traslucir en todo momento el espíritu de los santos carmelitas, grandes maestros de la oración y la contemplación en el Amado.