Este libro es un ejercicio de pausada y serena escucha. A sus páginas se asoman los esfuerzos de los que intentaron aunar fe y razón: se evoca también a los que, sensibles a la bondad y a la belleza, a la ética y a la estética, indagaron en su vecindad con la religión; sin olvidar el contrapunto fatal de lo bueno y del o bello: el mal. Y hay un capítulo dedicado a los místicos. Sin ellos, la religión se asemejaría a un museo ql que le han robado sus mejores cuadros.