Los niños explotados sexualmente reciben cada día, en todo el mundo, entre 2 y 2,4 millones de clientes. Un negocio tan macabro y tan vasto debería poner en guardia a cuantos tenemos a nuestro cuidado niños propios o ajenos, es decir a todos los habitantes del planeta puesto que el mero hecho de tener contacto con un niño debería equivaler a cuidarlo. Pero existen además otras formas de abuso sexual infantil no comercializables y difícilmente denunciables en todas las sociedades porque muchas se producen en el entorno más íntimo del niño. También aquí el mero hecho debería ponernos en movimiento para desarrollar las medidas preventivas necesarias.