La hermana Juliana Vermeire, monja cisterciense, escribe estas páginas desde su vocación a la soledad y desde su ya larga vida como ermitaña. Este alejamiento no le impide ofrecernos su experiencia espiritual, fruto de la escucha de Dios-Amor. Los capítulos de este libro -que reproduce en su título uno de los más bellos versos de san Juan de la Cruz- nos impulsan a la escucha de la palabra en medio de los acontecimientos de la vida en los que el orante ve la mano de un Dios que es ante todo amor.