COMO HE VUELTO A SER CRISTIANO
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«Mi itinerario no participaba ni de la efusión mística, ni de la nostalgia, ni siquiera de la búsqueda espiritual, como se dice ahora. Lo que me guiaba en primer lugar era la razón. Ella era la que me llevaba poco a poco al cristianismo. Esta reflexión fue primeramente muy periférica con relación a la fe, después los círculos de mi curiosidad se fueron acercando al núcleo central, el de la creencia propiamente dicha. Ahora estoy en ella. No estoy seguro de haberme convertido en un ?buen cristiano?, pero creo profundamente que el mensaje evangélico conserva un valor fundamental para los hombres de esta época. Incluso para aquellos que no creen en Dios. Lo que me atrae hacia él no es una vaga emotividad, sino la conciencia de su fundamental pertinencia. La retractación de una palabra como esa en el recinto de la intimidad ?¡callarse!? me parecía absurda. La auténtica laicidad no es la timorata revisión a la baja de los puntos de vista, sino su libre expresión en una relación vigorosa y serena».