En casi todas las religiones de la humanidad aparece la llamada regla de oro: «No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti». Esta regla de oro es una herencia de toda la humanidad. Se trata de una regla de empatía que exige ir más allá del propio yo, ponerse en la situación del otro y actuar como yo desearía que el otro actuara conmigo en tales situaciones.
A la pregunta «¿Quién es mi prójimo?», Jesús no responde con una deducción a partir de principios elevados, sino que imagina la situación de un hombre que sufre y es incapaz ya de ayudarse a sí mismo, y con quien me encuentro en medio del camino.
Este hombre sufriente es la interpretación de la voluntad concreta de Dios con respecto a mí. Sería equivocado entender el mensaje de la parábola en el sentido de un humanismo universal. La parábola ilustra el comportamiento de Jesús, que es manifestación del comportamiento de Dios.