Esta obra -a 25 años del Concilio- no pretende presentar unos frutos ya consolidados de renovación, en contraposición con los frutos tímidos de la primera hora. Ello estaría en desacuerdo con sus propios principios. Seguro que la obra también envejecerá con los años, pero su voluntad de escucha de la palabra creadora de Dios, como base del quehacer teológico quedará como ejemplo perenne para las generaciones de teólogos que vendrán.