Un silencio aplomado rodea la figura de Armando Rojas Guardia. Su voz, vibrante y blanda, rompe sutilmente la quietud. Pero nunca se transforma en espectáculo. Sus ojos sobrios son una brecha hacia el espíritu bondadoso que predica esencialmente su subversiva vocación católica.Su modo de asumir el cristianismo se halla en estas líneas de El Dios de la intemperie