Somos felices cuando nos convertimos en un don para los demás. Al querer a otros, entregando generosamente todo lo nuestro, entendemos que hay mayor felicidad en dar que en recibir. El amor puede darse entre Dios y el ser humano, y entre estos últimos entre sí. El matrimonio y el celibato son dos modos de amar, caminos de amor y regalos de Dios, y Él cuenta con nuestra libertad y nuestros sentimientos para corresponder felizmente a sus dones.