Hay libros –demasiados– que son sólo libros, más o menos valiosos como exposición o discusión de ideas, o incluso como expresión de experiencias. Pero hay también libros –pocos– que son vida, que son la puesta en letra de la carne y la sangre de una persona: verdaderos gritos de alegría o de dolor, manifestaciones palpitantes de toda una existencia humana. Este es, sin lugar a dudas, uno de ellos.