El discípulo preguntó al Maestro qué debería hacer para conocer cada día un poco más a Dios. Y éste le respondió:
-Nada. Como no puedes hacer nada para que el sol amanezca más temprano.
-Entonces
-replicó el discípulo
-¿para qué estudio y oro y llevo una vida tan austera?
-Para que cuando salga el sol te encuentre despierto y no dormido.
Para que cuando el Señor se te quiera revelar te encuentre vigilante y a su espera. Pues para eso y sólo para eso, nos confiesa el autor que ha escrito estas páginas, fruto de muchos encuentros con momunidades de sacerdotes, consagrados y laicos crsitianos.