FELICES
Nunca pensé que agradaran tanto a Jesús nuestras pobrezas, nuestras limitaciones, nuestra debilidad…
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Nunca pensé que agradaran tanto a Jesús nuestras pobrezas, nuestras limitaciones, nuestra debilidad... Al principio pensé que el Señor nos soportaba. Hoy vivo feliz con el convencimiento de que es nuestra pobreza la que atrae su Corazón Misericordioso. Somos felices en la medida en que nos gozamos en nuestra pobreza. El Señor no hace nada si no ve que amamos desde nuestra pobreza. Se derrite de amor cuando amamos y oramos desde nuestras pobrezas. Descubrir esto es dar un salto de gigante en la vida espiritual. Quien se siente amado en su pobreza, le brota del corazón la gratitud y... canta. Es propio del que se siente amado gratuitamente cantar, como cantó María, Francisco de Asís o Juan de la Cruz.