Con sólo 27 años, el Hermano Rafael (1911-1938) marcó pautas y dejó huella. Este joven de familia noble, con un futuro prometedor, amigo de la naturaleza y del deporte, descubrió a los 19 años la perla preciosa en una visita a la Trapa, y por ella lo vendió todo. Su vida como monje, toda sencillez, transcurrió en la Trapa de San Isidro de Dueñas (Palencia), entregado a Dios y a los hermanos en las tareas de cada día. El Hermano Rafael, beatificado en 1992 por Juan Pablo II, no realizó hazañas dignas de mención, pero soñó con ser santo y lo logró despierto, en pocos años.