Desde el inicio del movimiento litúrgico (1909) hasta el Concilio Vaticano II, la mayoría de autores se esforzaron por dar una definición de la liturgia que resumiera brevemente su naturaleza y sus caracteres esenciales. Sin embargo, ninguna de las definiciones propuestas pareció satisfactoria. En su constitución Sacrosanctum Concilium, promulgada el 4 de diciembre de 1963, el Concilio Vaticano II inauguró su exposición de los «principios generales para la reforma y el progreso de la liturgia», estableciendo así una definición de la misma.