La figura de Jesús de Nazaret siempre ha resultado fascinante. Probablemente no hay otro personaje en la historia mundial comparable en cuanto a influjo y trascendencia. Precisamente su magnitud es la que hace imposible la tarea de abarcar la figura de Jesús desde una única perspectiva. Por eso resulta oportuno que, en un momento como este en que los estudios sobre el Jesús histórico se han difundido tanto, se lleve a cabo un balance de lo que ha supuesto la investigación sobre Jesús, el hombre que vivió y murió en Palestina hace veinte siglos. Esta investigación sobre el Jesús de la historia no es asunto exclusivo de exegetas, historiadores y teólogos, sino que, en realidad, revela el deseo de un diálogo abierto entre la fe y la cultura, dado el carácter fundante de la persona de Jesús para la tradición religiosa que hunde sus raíces en él y la sensibilidad hacia lo histórico de nuestra cultura occidental. Por otra parte, el hecho de que la persona y la vida de Jesús de Nazaret -no solo su mensaje- constituya la base ineludible de toda teología cristiana, hace que elementos indispensables de esa teología -como la dignidad, la utopía, la salvación o la misma imagen de Dios- necesariamente deban confrontarse con los datos sobre Jesús que hoy nos proporcionan la historia, la arqueología o las ciencias sociales.