Se ofrece una reflexión sobre la dimensión misionera que se debe presentar en el acompañamiento vocacional de los jóvenes en el mundo de hoy. O somos misioneros o no lo somos, no existe término medio. Si decidimos ser "misioneros" optamos por dar el verdadero sentido a nuestra vida, asumiéndolo como fuente de identidad y como ideal. La misión es, por lo tanto, en parte integrante del proceso vocacional, en su elemento constitutivo, punto de llega y de salida, lo que nos motiva y nos ofrece vitalidad y un objetivo para nuestra vida. Cualquier camino que emprendamos en el acompañamiento vocacional no puede prescindir de estos valores y contenidos: 1. Misión, como un fuego que arde. 2. Misión, como conciencia de envío. 3· Misión, como pasión por el otro. La dimensión misionera, si es constitutiva de un proyecto vocacional, lo debe ser también del acompañamiento que conduce a la elección vocacional.
Amedeo Cencini es sacerdote canosiano, licenciado en Ciencias de la Educación de la Universidad Salesiana y doctor en Psicología de la Universidad Gregoriana. También es profesor de Pastoral vocacional en la Universidad Salesiana, y consultor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.