Denuncia un cristianismo demasiado plano y acomodado a una modernidad en crisis y, sobre todo, descubre, a través de un agudo y sugerente análisis filosófico-teológico, la fuerza liberadora de la fe en el Crucificado. Y lo hace justo en esta época en la que los mártires nos interpelan desde las pantallas: «Las ejecuciones de los cristianos de Oriente, filmadas por sus verdugos, son selfies del diablo que él envía por la red para que no se le olvide».
Estamos, pues, ante un libro dirigido a todos aquellos que tienen miedo, pero que también temen perderse a ellos mismos en ese miedo. A todos aquellos y aquellas cuyo miedo se ha elevado al cuadrado: miedo de que el miedo acabe por privarnos del gusto por la vida y del sentido de nuestra vocación.
Premio al Libro Religioso de Francia en 2016.