Recoge los sentimientos, la fe y el espíritu unificador de la familia para hacer de cada acontecimiento cotidiano una celebración.
La familia que ora y celebra tiene la capacidad de saber asumir sus luchas y dificultades, así como las alegrías y los éxitos de los suyos. Por eso, los invitamos a orar siempre en familia y a enseñar a otras familias a reunirse en fiesta en torno al Señor.