En su Carta Apostólica sobre el Nuevo Milenio Juan Pablo II reclama “un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración”. Para lograrlo el Santo Padre supone que “hace falta que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral”.
La renovada apetencia y necesidad de orar se está convirtiendo en un “signo de los tiempos”, simultáneamente con los vastos procesos de secularización de nuestra época. Como el arte de orar no puede darse por supuesto, todos los subsidios que lo faciliten o lo enseñen han de ser bienvenidos.