Hoy en día, se nos permite reconocer de nuevo que necesitamos a otra persona y que deseamos que nos necesiten. Existe un deseo renovado de apego, de proximidad y ternura, de una vida estable en común. La soledad se acepta sólo como una forma de transición, pero no como forma de vida. El ser humano ha reconocido que necesita al otro, a la pareja, porque la relación amorosa tiene un significado trascendental e insustituible para su propio crecimiento personal. Con todo, una relación amorosa no será jamás armónica ni desinte-resada, siempre será egoísta y estará cargada de tensión. Los miembros de la pareja se provocan entre sí, son los críticos más competentes y los provocadores más implacables, porque cada uno resulta afectado directamente por el desarrollo del otro. Cuando en la pareja no se producen fricciones ni se evoluciona, es porque se ha estancado. En una relación vital, cada miembro de la pareja seguirá siendo un misterio para el otro, durante toda una vida se seguirán buscando. «Nada estimula más el desarrollo personal que la relación amorosa constructiva.