La rutina muchas veces nos asusta o nos aburre. Parece un espacio deshabitado, del que conviene huir cuanto antes. Sin embargo, la rutina forma parte de lo cotidiano y late como condición de posibilidad de la vida humana, tejida de ciclos y repeticiones. Estas páginas tratan de explorar la vida oculta de Jesús como clave de acceso a una iluminación creyente de la cotidianidad. El cristianismo alberga la noticia casi escandalosa de que Dios mismo conoce la rutina a través de su encarnación nazarena. La buena nueva, el «evangelio de Nazaret», es que no solo la conoce, sino que la habita, la recrea y nos la devuelve preñada de sentido.