La vida de los hombres es vulnerable y con frecuencia debe su supervivencia a otras personas, sociedades y marcos morales y jurídicos. La infancia, la vejez y los estados de enfermedad, por los que todos los hombres pasamos necesariamente, ponen en evidencia este carácter de fragilidad. A lo largo de la «tradución de Occidente», la defensa ética y la protección legal de los estados humanos de mayor debilidad han sido constantes, pero en nuestros días tal defensa se comienza a cuestionar.