Durante este final de siglo, el abuso del alcohol y de otras sustancias que desvían de la realidad a los seres humanos cobra un alto precio en la calidad de vida y la seguridad de la sociedad: mina la capacidad intelectual y académica de los estudiantes, afecta el presupuesto de los hogares, llena cárceles y hospitales de víctimas y humilla al enfermo adicto y a su familia en alto grado. Actualmente, las autoridades médicas gubernamentales, religiosas y políticas, desean unir fuerzas para trabajar en las áreas de prevención, educación y rehabilitación, para hacer del alcoholismo y la drogadicción algo manejable y menos dramático y dañino.