En el transcurso de la enfermedad, los pacientes pueden encontrar fórmulas de la vida que les hacen sentirse útiles, necesarios incluso en la extensión del Reino y la solidaridad con los hombres. Desde esta perspectiva, la enfermedad se llena de esperanza, auténtica transmisora de fuerza, calor y movimiento hacia la salud, hacia Dios y hacia la humanidad entera.