La personalidad del Padre Pío conmocionó a miles de personas. Un fraile que quiso pasar oculto por esta vida, entregado a Dios en la oración. Pero Dios irrumpió en su vida dándole dones extraordinarios como visiones, bilocaciones, curaciones, profecías y las famosas llagas y estigmas que se produjeron en su cuerpo.
Estos acontecimientos, con informaciones tendenciosas y circunstancias complejas de por medio, dieron lugar a que el Padre Pío se viera envuelto en persecuciones por parte de autoridades eclesiásticas, de su propia Orden y civiles. Le prohibieron celebrar misa en público, confesar, recibir visitas. Quedó prisionero en la celda. Finalmente su caso se solucionó, poco antes de morir, en 1968. El clamor popular se vio confirmado el día 2 de mayo de 1999, cuando más de un millón de personas asistieron a su beatificación.