La vida de Ignacio sigue invitando en la actualidad a pensar en la pro pia vida: sus búsquedas nos hablan de iconos y de ídolos, de los proye ctos en los que uno encuentra sentido y de las huellas que quiere deja r; de la fe que se tiene y en la que se crece; de los nombres que atra viesan nuestra historia; de las flaquezas y las fortalezas, del amor e ficaz y del amor gratuito.
María, entre los testigos del Evangelio, es única: su “hágase”, su papel en la salvación, su vida junto a Jesús y su huella en la primera comunidad cristiana la convierten en una maestra que, con sus palabras, silencios y gestos, nos enseña lo que significa ser discípulos y amar de verdad.
«Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir». Así arranca el profeta Jeremías la descripción de su vocación. Esa llamada de Dios se convierte, para él, en batalla encarnizada, pero sobre todo en pasión…