En un mundo globalizado como el nuestro, todos hemos oído hablar de la primavera árabe, los conflictos entre Líbano e Israel, Hizbullah, la guerra de Iraq, el terrorismo islamista, el régimen de Al Assad, el yihadismo, Daesh...
El libro no se detiene en lamentos. El libro es eminentemente positivo, porque frente al análisis de los problemas, que en este caso son cinco problemas, propone su recuperación.
Algo ha cambiado en la cristología, algo que provoca desazón e inquietud entre los pastores y teólogos que tratan de dar razón de su fe en una época y una sociedad donde las evidencias se han debilitado.
Reeditar “En el país de los eternos hielos” no ha sido una decisión tomada a la ligera, sino algo meditado y deseado desde el convencimiento de que o testimonial, lo vivencial, es lo que de verdad cuestiona, zarandea y arrastra.
Se persigue en esta obra la búsqueda de horizontes comunes desde los que puedan reflexionar y encontrarse las diferentes teologías del Primero y del Tercer Mundo, sobre todo las que se elaboran en perspectiva de liberación, manteniendo tanto el rigor de todo discurso teológico como la creatividad de cada teología conforme al contexto propio en que se lleva a cabo.
«A veces podemos abrumarnos con el desafío de progresar en el camino espiritual [...] Cada uno de los santos y doctores de quienes hemos aprendido en estas páginas quiere que sepamos, sin la más mínima duda, que este camino es para todos, y que si perseveramos, con la gracia de Dios llegaremos con toda seguridad al final del camino» (p.439).
Duelos para la esperanza se compone de veintisiete testimonios escritos desde la experiencia, después de haber transitado el camino del duelo tras la muerte de un ser querido.
Les contamos una historia extraordinaria, un duelo de tiempos antiguos, una lucha que parece increíble en nuestro tiempo y que, sin embargo, es real. Es la historia del combate entre los santos y el demonio.
Este libro es un material muy apropiado y valioso para el trabajo pastoral en la formación de los laicos comprometidos en nuestras instituciones, catequistas y otras personas que necesitan profundizar los conceptos básicos de su fe, y orientar así adecuadamente su compromiso cristiano.
La caridad Pastoral se nos presenta como fuente de vida espiritual del sacerdote diocesano. Por eso, el punto de partida es la realidad marcante de la configuración del sacerdote a Cristo Buen Pastor.