El autor quiere mostrar que Jeús fue una persona que estuvo siempre al lado de los pobres, de los humildes; tuvo que actuar siempre en contracorriente de la sociedad de su tiempo.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, recuperó la concelebración de la Eucaristía, que en la Iglesia occidental prácticamente había desaparecido, relegada a las ordenaciones sacerdotales y a la consagración episcopal.