El ruido nos impone su dictadura un día y otro, hasta el punto de que rara vez añoramos el silencio. Sin embargo, el ruido genera el desconcierto del hombre, mientras que en el silencio se forja nuestro ser personal, nuestra propia identidad.
El libro pone al lector en contacto con la personalidad de Adela: su natural infatigable e impulsivo, sus grandes dotes de comunicación, su amor apasionado a Jesucristo y a los pobres...
Es urgente redescubrir la importancia de la corrección fraterna hecha por amor, para construir verdaderas relaciones de amistad y de fraterna colaboración, para caminar en la verdad y para no perseverar en el error.